22.01.2013 01:39
Muchas veces un emprendimiento comienza más como un pasatiempo o como algo que uno disfruta hacer y además le genera un ingreso extra. Al principio, no sólo no interfiere en nada con el trabajo regular, sino que ayuda a “desenchufarse” del estrés diario y poder retomar las actividades cotidianas de una mejor manera. Pero puede suceder que este pequeño emprendimiento comience a crecer, a demandar más tiempo y que de ser algo que era apasionante y relajante pase a ser una causa más de estrés y de enojo.
Si se tuvo la suerte de crecer de esta manera, comienzan a surgir interrogantes tales como: ¿debo seguir? ¿Puede este emprendimiento sustentarme? ¿Ha llegado el momento de dejar mi trabajo y dedicarme completamente a mi proyecto? Éstas y otras preguntas van apareciendo y no hacen más que generar mayores dudas, mayores frustraciones y mayor incertidumbre. Hasta que uno llega a convencerse de que dejarlo “todo” por su emprendimiento sería un salto al vacío.
Ante esta situación, hay ciertas premisas básicas que se deben considerar: ¿El emprendimiento es algo que sólo le entretiene como pasatiempo o se está dispuesto a dedicarse al 100% al mismo? ¿Se tiene la voluntad de esperar el tiempo necesario para que el emprendimiento se convierta en negocio y logre sustentarse y sustentarnos? ¿Realmente el proyecto tiene posibilidad de crecimiento? La primera hace referencia a la pasión que siente un emprendedor por su proyecto.
Esta es una premisa básica que será necesaria, no sólo para llevarlo adelante contra viento y marea, sino que será una característica buscada y muy bien ponderada por los posibles inversores.
En cuanto a la posibilidad de esperar, se tiene que tener presente que como todo, los proyectos tienen un tiempo de maduración, en el cual no se verán mayores resultados. En estos momentos se puede caer en estados de frustración que lleven al fin del proyecto.
Además se debe contar con la posibilidad financiera real de solventar y “aguantar” hasta que el emprendimiento comience a dar sus frutos. Vale destacar este impedimento puede solventarse, siendo crucial la búsqueda de inversores o la participación en programas de ayuda gubernamentales o privados.
Por último, antes de “lanzarse a la pileta”, se debe saber con cuánta agua cuenta. Es una premisa básica que es altamente menospreciada, suponiendo que siempre se encontrará un nicho de mercado. Pero esta es tanto o más importante que las anteriores, porque dará una verdadera dimensión del negocio, tanto para el emprendedor como para los potenciales inversionistas. Además, a partir de dimensionar el mercado, se desprenden las posibles estrategias de marketing, canales de comercialización y estructuración de la empresa.
La posibilidad de tener la empresa propia cuenta con innumerables obstáculos. Pero con una planificación correcta, encarándola con una estrategia clara y contando con un Plan de Negocios bien diseñado, el gran paso que va del pequeño emprendimiento al negocio puede dejar de ser un salto al vacío.